Es típico que sólo retrospectivamente se pueda comprender la tristeza de un perro o su aullido:
Mi hermano Michael era copiloto en un bombardeo Wellington durante la guerra. En 1940 participó en muchos ataques sobre Alemania en 1940. Por esa época teníamos un perro, Milo , cruce de lanas y collie, particularmente aficionado a Michael. Una noche de junio, Michael regresaba a casa de un ataque cuando envió un mensaje por radio para decir que se hallaban justo frente a la costa de Bélgica y que pronto estaría de vuelta. Esa misma noche, Milo, que dormía en un establo en la parte posterior de la casa, aulló tanto que mi madre tuvo que levantarse y llevarlo a la casa. Michael nunca regresó de la misión de esa noche. Se lo dio por desaparecido, presuntamente muerto, el 10 de junio de 1949.
(Stephen Hyde, Acton, Londres)