A veces los perros dan inequívocas señales de tristeza para la que no es posible hallar motivo inmediato alguno. Más tarde resulta que en ese mismo momento su amo estaba en peligro o había sufrido un accidente.
Un día, nuestra perra parecía haberse vuelto loca, saltaba en la puerta y deseaba salir. La encerramos. Pero continuó aullando y arañando. No era ella. De pronto, llegó mi marido. Estaba herido a causa de un incendio en el bar. La perrita lo había sabido. No sabemos cómo.
(Hilde Albrecht, Linbach, Alemania)