Autor del texto: RICARDO MUÑOZ JOSÉ.
Togliatti, Rusia, verano de 1995. El coche se aproximaba a la ciudad acarreando en el vientre una joven pareja. Al volante él, al lado ella, y en el asiento de atrás, un perro dormía rezumando sosiego. La felicidad flotaba en el aire. Los corazones enamorados latían al unísono. En cada mirada un mensaje, y en cada mensaje una renovada promesa de amor.
..... Una curva. De pronto, ¡sobre la calzada un camión sin las luces de precaución!. Al conductor no le dio tiempo de evitar la acometida... ¡El choque fue brutal!. Después, silencio... La carrocería destartalada mostraba una mueca de espanto.
..... La esposa murió en el acto. El hombre, moribundo, quedó atrapado en el amasijo de hierros retorcidos. El perro salió disparado sin sufrir daño alguno.
Otros vehículos frenaron y varias personas descendieron apresuradas, a unirse a los vecinos que acudían a prestar un primer auxilio.
..... Entre todos, aunando esfuerzos lograron sacar al conductor del cepo metálico. El perro, mudo testigo, observaba. Observaba sin comprender.
El ulular de la sirena anunciando el arribo de ayuda, pidió paso. La ambulancia constituía el único puente a la salvación. Los sanitarios cargaron al herido en una camilla. El accidentado, en un relámpago de conciencia, alcanzó a mirar al can como diciéndole "espérame".
La estridencia de la sirena obtuvo vía libre, y acabó apagándose en la distancia llevada por la urgencia.
Al poco rato, el cuerpo de la única víctima partió rumbo al depósito de cadáveres.
..... El perro, en silente actitud, miraba.
..... El andar del tráfico tornó a la normalidad. La vida seguía.
A las pocas horas el flamante esposo abandonaba este mundo. Los fallecidos eran Yuri y Elena, una pareja de recién casados que pasaba por Togliatti, regresando del viaje de boda.
Lo empezaron a ver sentado a la vera del camino, en aquel verano de 1995. La solitaria presencia del animal atrajo la curiosidad, y esa curiosidad derivó en la simpatía general. Nadie lo dudó; esperaba el regreso del amigo al que vio salir con vida.
Más él, desde la cima del desespero destilaba un firme convencimiento; si Yuri de allí partió, allí volvería.
Las orejas se alzaban al divisar un automóvil, y corría a su encuentro. Incluso, muchas veces, en veloz carrera acompañaba el cruce de un vehículo. Los coches desaparecían tragados por la brumosa boca de la lejanía, y él quedaba ahí, olfateando el aire, mirando sin descanso. Los ojos recorrían la calzada.
Hubo personas bondadosas, que dolidas por el drama del animal, intentaron adoptarlo y así darle un nuevo hogar. Ninguna tentativa alcanzó el éxito; el can volvía al borde del asfalto, y armado de una infinita paciencia, manteníase al acecho aguardando el ansiado retorno de Yuri.
..... Para aliviar tan amargo hado, los vecinos le traían comida y agua.
..... A raíz de la conmovedora insistencia de aquel animal sin nombre, el pueblo lo llamó Kostik (diminutivo de konstantin, "constante").
Llegó el invierno, y con el invierno las primeras nevadas. La gente, enternecida, llevábale agua tibia y cajas de cartón donde pudiera cobijarse, puesto que vivía acosado por la nieve, y a unas temperaturas de hasta veinte grados bajo cero. Pero nada doblegaba la voluntad de Kostik. Estación tras estación, ya sea atenazado por el imperio del frío o la prepotencia del calor, él resistía imperturbable, atornillado al sitio.
Transcurría el año 2002. De golpe el plomo de una molestia le desembarcó en el cuerpo, y al caer en manos del dolor, el corazón le habló a Kostik de un severo contratiempo; la proximidad de la insalvable partida.
Caminó casi arrastrándose, hilvanando esfuerzos y jadeos. El bosque cercano le mostró el cobijo de la madera. Entonces cerró los párpados. Finalizó su andadura en un apartado peldaño de la geografía, besando la tierra devoradora. En aquella despedida el mutismo halló asilo en el atril de un arbusto.
Kostik ya era pasajero de un tiempo concluido. Se marchó goteando soledad, abrigado por las hojas, transportado por el suspiro de la naturaleza. Kostik zarpó al encuentro del amigo.
Unos niños del vecindario hallaron el cuerpo. Había fallecido de muerte natural. Tal vez, fue al bosque a morir en soledad, evitando desmoronarse en el lugar que insitía en aguardar a Yuri, su amigo del alma.
..... El entorno quedó poblado de ausencia. Kostik dejó que la tristeza reflejada en las lágrimas, echara anclas para siempre en la memoria de todos.
No obstante, algo extraño sucedió a continuación. El perro estaba muerto, pero los vecinos continuaban viéndolo por las noches. Y no una sola persona, sino varias. ¿Tal misterio encontró hueco en la superstición? ¿La sugestión hacía ver lo que quería verse? ¿Sería un can parecido al que confundieron con Kostik?
..... A iniciativa del Rotary Club, en el mismo punto donde Kostik estableció la espera, le construyeron el mayor homenaje. Lo llamaron "Monumento a la Fidelidad". La ejecución hecha lágrima, saltó de la emotividad a las manos del escultor Oleg Klyuev, resultando una obra realizada en bronce sobre un pedestal de granito, y de ciento cincuenta centímetros de altura.
El costo ascendió a doscientos cincuenta mil rublos, suma sufragada por donación popular. Oleg Klyuev, esculpió la cabeza del animal vuelta hacia la carretera, mirando el tráfico, igual que si estuviera aguardando al amigo.
..... El domingo 1 de junio de 2003, un día, por agradable coincidencia, de calor veraniego, tuvo lugar la inauguración. acudieron las autoridades locales, representantes del Rotary Club, periodistas, y habitantes de todos los rincones de la región. Presidió el acto el alcalde Nikolay Rents, quien, muy emocionado, dijo: "Nuestra ciudad ahora posee un símbolo. Así como Copenhague tiene a la famosa sirena, y Bruselas al conocido muchacho, nosotros en Togliatti tenemos un monumento al perro. A un perro que por su fidelidad ya es leyenda".
Con el tiempo la estatua de Kostik devino en atracción, siendo la más visitada de Togliatti. Inclusive, se transformó en paso obligatorio para los recién casados. Las parejas, antes de iniciar el viaje de luna de miel, le frotan la nariz a fin de obtener felicidad. La costumbre ha calado hondo, y por culpa del reiterado ritual, el hocico de la escultura permanece brillante.
De este modo, el humilde Kostik pasó a ser conocido en toda Rusia por "el perro de los novios".