Una tarde de verano de 1991, un joven soldado británico se fue de su casa, en Liverpool, para regresar en tren a su cuartel, al sur de Inglaterra. Ese mismo día , un poco más tarde, Tara , la perra de la familia, comenzó a agitarse y a temblar con violencia. Los padres del muchacho pensaron que estaría enferma, le dieron algo de paracetamol y trataron de reconfortarla. Pero no se calmó durante una hora. Estuvo alerta e inquieta hasta que sonó el teléfono:
La llamada telefónica era de un hospital de Birminghan, para decir que David se había caído del tren en la zona de Tamworkth ( a casi ciento treinta kilómetros de la casa ) . Sus heridas, aunque importantes, no eran graves y le permitieron hablar con nosotros. Tara mostró su satisfacción durante la llamada telefónica; luego se fue a dormir. Más tarde nos enteramos de que había comenzado a alterarse justo en el momento en que David se cayó del tren y que se calmó cuando él estuvo en el hospital, lo examinaban y lo aliviaban.
(Margaret Sweeney )